jueves, 9 de enero de 2014

Orgullo, Prejuicio y Auto-control

"Traigame el libro de reclamos."

El señor bajó la mirada a la boleta que estaba escribiendo desde hacía 10 minutos y terminó de poner la fecha.

Estaba harta de este pata y estaba harta de hoy. Llevaba no sé cuantos minutos (pero más de 10) tratando de devolver un par de lentes de sol. Había ido a la tienda (en Polvos Azules) el sábado en búsqueda de un par de lentes de sol a los que se les pueda poner lunas con medida. Llevo meses buscando lentes así y anteriormente había comprado varios en otras tiendas, solo para llegar a la óptica y que me digan que las lunas son muy grandes, o muy convexas, o las monturas no son moldeables o no tienen tornillos.
Finalmente llegamos hasta el culo del mundo buscando unos benditos lentes que cumplan con todos los requisitos que nos habían dado. La vendedora nos garantizó que se les podían cambiar las lunas por unas de medida y finalmente AL FIN los compré y los llevé a la óptica, solo para que me digan que estos TAMPOCO.

Ya tengo varios lentes de sol sin medida (que no uso), y no me servía de nada un par nuevo, así que volví al culo del mundo (que para mí es el centro de Lima) a devolverlos, completamente nuevos con su bolsa y su boleta de venta. Pero cuando llegué, el pata que estaba en el local no me quiso atender de buena gana y cuando le expliqué la situación con detenimiento, me dijo que no me podía devolver la plata.

Como me estaba hablando como si yo fuera estúpida, insistí.

"Las tiendas no te devuelven la plata, cuando tu vas a Falabella no te devuelven la plata, no te lo aceptan."

"Pero señor, usted no trabaja en Falabella, usted trabaja aquí."

"No, no se puede devolver, yo tengo que seguir las órdenes que me dan."

Normalmente lo hubiera aceptado, comprendiendo que es política de la empresa que no hayan devoluciones y no era culpa del idiota que estaba parado en frente mío, pero ese mismo idiota me había hablado como cojuda y con cada minuto que pasaba me hacía enojar aún más. Aparte, ya estaba HARTA de todo el tema de los lentes de sol y estaba teniendo un día pesado y hacía mucho calor. Aparte, ya había devuelto lentes en otras tiendas por la misma razón y no había tenido ningún problema.

"Bueno, entonces quiero hablar con la persona encargada."

"No, el dueño no está, está muy ocupado, tiene otros locales."

"Bueno, llámelo entonces."

El hombre le dió vueltas al asunto y me hizo perder más tiempo. Ya estaba harta y tenía ganas de meterle un puñete. En ese momento comprendí por qué a veces la gente se agarra a trompazos por cualquier estupidez en la calle: simplemente están teniendo un pésimo día. Pero yo no soy una de ellas, así que me contuve.

"En ninguna tienda te devuelven el dinero, en ninguna."

"Señor, yo también he trabajado en ventas, no me venga con esas cosas. Si usted no tiene autorizacion para devolver dinero, entonces quiero hablar con el encargado."

"Yo soy el encargado."

"'¿TOTAL?!"

Para entonces llegó una señora con una actitud mucho más... tranquila. Lo noté inmediatamente así que yo también cambié mi tono de voz y traté de explicarle la situación de manera pausada.

"Si quieres puedes escoger otros lentes."

"Pero yo no quiero otros lentes, no me servirían, por eso quiero hablar con el dueño. Si no se puede, entonces traigame el libro de reclamos. Por favor."

La señora miró al pata y luego de una repetición de todo lo que acababamos de hablar, salió en busca del bendito libro. Para este punto yo ya estaba harta que me digan que el dueño estaba demasiado ocupado para mí, que el encargado era y no era el idiota en frente mío y que en Falabella no se aceptan devoluciones y que tampoco se aceptan devoluciones en ninguna otra tienda del mundo...

... pero entonces...

Mientras la señora se iba a otro local a buscar el libro, el señor comenzó a explicarme que si me devolvía la plata, aunque yo le devuelva los lentes sin usar con su bolsa y la boleta y anule la boleta (tal cual como yo le había explicado que se podía hacer) a él le iban a descontar parte del sueldo porque todas las ventas se registraban y contabilizaban a diario y eso ingresaba a un sistema (y probablemente según eso se calcula una comisión).

En ese momento me dí cuenta que el pata solo era un vendedor (un simple vendedor, tal como yo he sido varias veces) que depende de sus comisiones para pagar las cuentas. Y que yo estaba teniendo un mal día y por eso no quería dar mi brazo a torcer. Pero justo en ese entonces regresó la señora con el libro de reclamos.

Y yo tuve dos opciones: decirle al idiota en frente mío que por qué no me dijo eso desde el inicio en vez de hacernos perder el tiempo a los dos, hueveándome con ejemplos y excusas estúpidas como si fuera una niña y que para la próxima trate con más consideración a sus clientes o si no en verdad le van a poner algo en el libro de reclamos

o

poner algo en el libro de reclamos.

Siempre he reconocido que soy terca y orgullosa, pero según yo no es tan malo porque lo tengo controlado. Pues hoy no me controlé y no quise dar mi brazo a torcer. Cogí el lapicero y comencé a llenar la hoja, aún sabiendo que probablemente no tendrían validez mi nombre, dirección, DNI y teléfono falsos y que bien podrían mandar a un matón a pegarme en la puerta de la calle solo porque les estaba haciendo pasar un mal rato.

Aún sabiendo todo esto, lo hice. Nunca antes había hecho uno de estos reclamos así que no supé qué hacer cuando me dieron mi copia más que coger mis lentes, caminar lo más rápido posible hacia la puerta y tomar el primer taxi que pase por la calle.

Ya en el taxi me puse a pensar en todo esto y me arrepentí de haber hecho el reclamo. Si, estaba en mi derecho, pero admito que hubiera sido más productivo carajear al señor e irme en vez de no dar mi brazo a torcer. Pero ya está hecho y espero la próxima vez recordar esto y tratar de ver las cosas desde una mejor perspectiva.


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