miércoles, 18 de diciembre de 2013

"Todo por amor, nada por la fuerza."



“Todo por amor, nada por la fuerza” leía el adhesivo en el parachoques del auto que nos ofrecía llevarnos a Oxapampa. Era muy temprano en la mañana y después de ni-quiero-recordar cuantas horas viajando en bus, no tenía prisa por subirme a otro vehículo.

La Merced nos recibió húmeda y un poco calurosa. Nuestro bus fue el primero en llegar de Lima, así que el enamorado y yo nos sentamos en una de las bancas de la terminal terrestre a esperar al resto del grupo.

La chica me llamó la atención desde el inicio a pesar de que no había nada aparentemente sobresaliente en ella. No era su apariencia, si no su semblante, sus gestos. Me daba la impresión que estaba esperando o buscando a alguien. Por un momento pensé que era una prostituta, pero no tenía sentido encontrar a una prostituta a esas horas de la mañana en una terminal terrestre llena de familias con niños. Y su ropa tampoco era sugerente de lo mismo.

Noté que constantemente nos miraba de reojo. El enamorado nunca jamás se dio cuenta de nada, pero siendo yo la persona paranoica y celosa que soy (aunque lo tengo muy bien controlado, gracias) me senté decididamente al costado del enamorado, tiré mis piernas sobre mi maletín y cogí con firmeza la mochila. No lo tomen a mal, no tengo nada en contra de las prostitutas, pero había algo que hacía sonar una pequeña alarma en mi cabeza. Sin embargo, la alarma era por otra razón. Al rato me preguntó si los buses con destino a Huancayo se tomaban ahí.

¿Ah?

No solo el enamorado y yo acabábamos de llegar, obviamente ella llevaba mucho más tiempo ahí que nosotros, y nos encontrábamos en una terminal terrestre, sino que constantemente los choferes gritaban sus destinos a todo pulmón por todo el paradero. Huancayo era uno de ellos.

Claramente no era una pregunta honesta, si no que buscaba entablar conversación. Le expliqué que sí había buses, pero que seguramente las encargadas de cada agencia (que eran varias) le podrían dar más información.

Ah, ya.

Completamente consiente que probablemente me iba a pedir dinero, mandé al enamorado a comprar agua y le dí otras sugerencias de viaje, sabiendo que eso la incentivaría a seguir la conversación. Admito que no solo era por compasión y el querer ayudar al prójimo, si no también sentía curiosidad. Ahí fue donde dijo comenzó a decir lo que realmente quería decir.

No recuerdo su nombre, pero había llegado a La Merced hace unas semanas porque le habían ofrecido un trabajo en un restaurante. El restaurante resultó ser solo una fachada para un burdel. Me contó que al principio no le pedían ese tipo de trabajo, pero inevitablemente llegó el momento y ella se negó.

No me daba la impresión de ser una persona de carácter fuerte, pero ante una situación como esa, cualquier tipo de resistencia es admirable, aunque haya sido a base de lágrimas y llanto. Y efectivamente a la chica se le caían las lágrimas mientras me contaba. Me imagino que si yo hubiera cedido un poco, hubiera roto en llanto, pero me quedé fuerte en mi actitud de no tolerar una escena en medio de la terminal. No por mí, sino por darle fuerza a ella (es cierto!)

Al negarse le quitaron todas sus cosas y la botaron a la calle. No tenía dinero, ropa, ni documentos de identidad. Había conseguido un sol en la calle y estaba tratando de llamar a su familia en Huancayo para que la recojan. Hasta ahora no había tenido suerte en contactarlos, y ante la falta de cobijo optó por esperar en la terminal terrestre. Llevaba horas sentada ahí.

Cuando el enamorado regresó con agua, le di una botella y unos paquetes de galletas que había traído en mi maletín. Después de un rato de comer y tomar agua (ella con más ansias que yo) comenzamos a discutir sus opciones. O mejor dicho, yo empecé a discutir sus opciones en frente de ella. No la culpo, yo también me hubiera sentido mareada y confundida en una situación así- Dios nos libre de alguna vez encontrarnos en sus zapatos!

Finalmente, convencida de la veracidad de su historia, opté por comprarle el pasaje a Huancayo. No cargaba mucho dinero y sabía que probablemente después iba a tener que dejar de comer un día por hacerlo, pero ¿cómo no iba a hacerlo? Honestamente, REALMENTE, ¿cómo no hacerlo?

Si bien me he encontrado en situaciones un tanto extremas más de una vez, considero que Dios siempre me ha dado las herramientas para superarlas – sea a través de personas, habilidades, conocimiento, actitud, etc.
En este caso, la herramienta de esta chica fui yo. ¿Cómo no responder a eso?

Siendo la persona cínica, escéptica y desconfiada que soy (soy terrible!!) yo misma le compré el pasaje en la agencia. Me abrazó infinitamente y se puso a llorar de nuevo.

La vi subir al bus mientras regresaba con el enamorado. Para ese entonces ya había llegado el resto del grupo y todos me miraron con curiosidad, pero solo una me preguntó si todo estaba bien. Le dije que si, que solo estaba ayudando a la chica a comprar un pasaje.

Y así fue.

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